Cape Breton 1. El hostal en Whycocomagh.

Lonely Planet tenía escrita una hermosa referencia del hostal de Cape Breton, por eso mismo terminamos yendo a ese lugar. A diferencia de todos los hostales a los que he ido se encuentra en medio de la nada y no hay manera de llegar ahí sin un automóvil. Para llegar ahí uno tiene que tomar una de las dos autopistas que van camino a Cabot Trail y seguir todos los señalamientos para llegar a Whycocomagh. En ese momento uno maneja junto a una cadena de cerros que se alzan a la izquiera y a la derecha se abre la laguna Bras d'Or al grado de ir manejando a la orilla de la laguna. La vista del lago en esa parte de la carretera es tan bonita que uno se encuentra admirando el paisaje cuando se encuentra el anuncio del hostal que dice algo así como "aquí en este camino de tierrita tienes que meterte ya!!!!!!".

A final de cuentas el hostal era una pequeña casa de huespedes en las faldas del cerro y mirando a la laguna (lo que pudo haber sido una increible vista de no haber sido por la lluvia). Mochileros de todas partes llegan ahí y comparten de todo, no hay desayuno y tienes que llegar preparado para prepararte de desayunar y de cenar. El hecho que no haya ciudad o lugar a dónde ir después de las 8 de la noche obliga a la gente a convivir entre ellos. El dueño es una persona super agradable con mucha experiencia en deportes al aire libre, por lo que constantemente organiza caminatas y visitas a lugares cercanos. Aparte de los huéspedes, está repleto de voluntarios que van por temporadas a trabajar con la construcción del lugar a cambio de únicamente hospedaje, lo que acompleta una bomba que puede ser en ocasiones muy agradable y en ocasiones bastante complicada.

Para cuando llegamos había en la mesa alrededor de una docena de personas, más de la mitad voluntarios. El dueño salió de la casa a recibirnos y nos cedió su lugar en la mesa en lo que nos platicaba un poco de la historia de cada uno y del hostal en sí. Los voluntarios, por su parte, no pasaban por una buena etapa y aprovechaban las noches para confinarse en sus computadoras haciendo contacto con sus amigos lejanos. En un momento Lola se enfrascó en conversación con una chilena y yo con dos quebecos bastante agradables y no me dí cuenta de cuándo se fue Carman (el dueño del hostal). Así pasaron un par de horas platicando y jugando a las cartas con los quebecos cuando regresó el mentado dueño acompañado de una mochilera: "Muchachos, les presento a Floor". "Hola Floor". La chica dijo ser de Países Bajos, se quejó de su avión y el transporte que terminó dejándola a muchos kilómetros del hostal antes de irse a dormir. Me pareció que el detalle de Carman fue bastante buena onda, irla a recoger y traerla hasta el hostal y se lo dije. ¿Y qué hace ese tipo de gente durante su estancia si no se puede mover a ningún lugar? Por lo que nos ofrecimos a llevarla con nosotros en el paseo del día siguiente. Aunque para ese momento ya era un poco tarde y Floor dormía como tabla en el cuarto de mujeres. Por lo que escribimos una nota para ofrecerle el aventón y se la dejamos en la mesa del comedor.

A la mañana siguiente, nos levantamos a desayunar y los voluntarios ya se habían levantado, desayunado y ahora trabajaban arduamente en sus labores. Lola se quejó con Carman de la cama y él prometió hacer algo con el colchón. En eso se acercó la holandesa para agradecer la invitación y aceptarla con una sonrisa muy a su modo (poco expresivo, pero sincero). Le explicamos el itinerario que teníamos y quedamos de salir media hora más tarde. En eso estabamos cuando en la cocina se me acercó un señor con algunos años encima y la piel quemada por el sol. "Yo tampoco tengo carro y quiero saber si tienes un espacio en tu automóvil para que pueda ir con ustedes. Les puedo pagar por la gasolina". En cuestión de minutos ya teníamos un grupo de viaje para pasar todo el día en uno de los parques nacionales más bonitos de Canadá.