Fernanda

Junio 18 de 2016 en Sao Paulo. Después de 10 meses y medio de estar en Brasil y meses sin escribir aquí, paso rápido para contar de uno de los primeros amigos que hice en este país, Fernanda. La historia no es muy larga, pero llena de anécdotas y trabajo duro que terminaron por crear un lazo que hoy, después de meses de que dejó de trabajar conmigo, continúa.

Fernanda trabajaba conmigo en el área de cultura. Yo llegué a reemplazar a su jefa anterior, por lo que quien tuvo que asimilar los cambios en el esquema de trabajo fue ella. En un inicio fue parca y distante conmigo, hasta que un día la encontré enmedio de un ataque de nervios porque la copiadora no funcionaba y tenía que sacar algunos cientos de juegos para un evento. Terminamos haciendo el trabajo entre tres personas. Desde entonces empezamos a trabajar mucho mejor.

En total trabajamos como cuatro meses juntos, en una época de trabajo duro e intenso. En algunas ocasiones terminábamos la tarde en un boteco cerca del trabajo tomando una cerveza con Lola. Como muchos de mis amigos, Fernanda era una maestra en el arte de las "saideras" (o camineras, en español). Por lo que en un par de ocasiones terminábamos hablando en voz alta y manoteando sobre la mesa.

En el trabajo Fernanda fue uno de los miembros de un equipo de tres, que incluía a Alejandra. Un equipo por el que pasamos muchas cosas y en el que cada quien cumplía una función muy importante. Aunque el encanto duró poco tiempo, dos meses después de llegar, Fernanda me sentó en un café y me explicó que había salido una oferta de trabajo en un lugar muy bueno. A las pocas semanas se fue y así se cerró el ciclo de trabajo con ella.

Afortunadamente la historia no paró ahí. Al mes de salir, nos invitó a  Ale, Lola y a mí a su ciudad natal (en Brasil le dicen ciudad a todas las poblaciones). Tambaú, la "ciudad" en cuestión, es un pueblo pequeño en el interior del Estado de Sao Paulo, cerca de varias haciendas de naranjas, caña de azúcar y eucaliptos nutridos por varios ríos que serpentean entre sus colinas. Hicimos una carne asada bajo una cascada donde nos bañamos durante toda una tarde. Chico y Tilú, los papás de Fé, fuer increibles anfitriones con nosotros. Personas de primera, con gran sentido común y sumamente agradables.  Con una personalidad bastante distintiva entre cada uno de los miembros de la familia. Marcello, el hermano de Fernanda, nos prestó su carro para hacer el viaje entre Sao Paulo y Tambaú. Sobra decir que también él estuvo a la altura de su familia.

El viaje fue excelente, con excepción del regreso, cuando un bache tronó una llanta y se llevó al rin de paso. Tuvimos que esperar a la aseguradora para remolcar el carro y regresar a Sao Paulo apretados en un carro que la compañía proporcionó.

A Tambaú fuimos invitados a pasar navidad, poco más de un mes después de ese viaje. Donde nos vimos envueltos en la dinámica de una familia multitudinaria en una fiesta en una hacienda que me recordó a la primera escena de la película "el padrino".  Esa fiesta con cabrito asado, pizzas de leña, hieleras enteras de cerveza y un escenario con música en vivo preparada especialmente por la familia. Parecía que durante meses los miembros de esa familia se prepararon para animar ellos mismos su fiesta. Después de esa fiesta, los considero como mi familia brasileña.

Ya no convivo todos los días con Fernanda, pero de vez en cuando nos juntamos para salir, comer o cenar en algún lugar. Sobra decir que la quiero mucho, porque nos ayudó mucho a llegar y a integrarnos en Brasil y, de ser una compañera de trabajo, se convirtió en una muy buena amiga.







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