Lluvia

Sao Paulo está a poco más de 80 kilómetros de la costa y a 760 metros de altura sobre el nivel del mar, lo cual afecta bastante en su clima. Las corrientes de aire húmedas que vienen del mar se estrellan en la cordillera que divide la ciudad de la playa y se condensa en un bosque de niebla maravilloso. Lo que llega a Sao Paulo es una constante brisa que aparece de cuando en vez por la ciudad y que es conocida como "garoa" en portugués.

La época de la sequía es el invierno, aunque no impide que de vez en cuando caiga una lluvia que baje aún más la temperatura a niveles un poco incómodos cuando no hay aislamiento en las casas o en las ventanas. Tan pronto llega la primavera, la ciudad amanece bajo ese manto de brisa todos los días y, sin previo aviso, comienzan a caer lluvias torrenciales que duran unos 30 minutos para luego desaparecer sin rastro. El verano es de calor intenso, húmedo todos los días y lluvias torrenciales toda la semana. De pronto te hace pensar que estás en la playa, solo que no hay mar ni piñas coladas.

La semana pasada tuvimos una de esas lluvias fuertes aisladas de primavera, justo a la hora de la salida del trabajo. Como la ciudad es "hidrosoluble" (Lola dixit) decidí quedarme un poco más para evitar mucho tráfico de regreso a casa. Un mensaje de Lola diciendo "no tenemos luz en la casa" hizo que mi periodo de horas extras se extendiera a un par de horas. De igual manera, el tránsito era infernal y la casa estaba sin luz.

Al llegar al departamento encontré a Lola en la entrada del edificio. La casa seguía sin luz y no había energía en las cuadras aledañas, por lo que descartamos la idea de salir a cenar. El edificio tiene generador auxiliar para que funcionen las áreas comunes y el elevador cuando pasa esto. Pero el periodo de apagón había sido tan prolongado que había que pedir permiso para usar el elevador para subir y bajar. Ya en nuestro piso, el área común tenía energía eléctrica para alumbrar el camino a la puerta. Después, todo eran sombras y unas quesadillas con cerveza a la luz de las velas.

Junto a la puerta de la casa hay un enchufe de luz de servicio que la vecina usó para cargar su celular. De noche y con la pila de los teléfonos bajas decidimos cargar con ella el teléfono, lo que concluyó con sacar una extensión para cargar todos los celulares y en una pequeña tertulia con Renata y Carolina, esas vecinas con las que no practicamente nunca cruzamos palabras, y con las que, seguramente, tardaremos un tiempo en volver a cruzar palabra. Al menos hasta que se vuelva a ir la luz por tanto tiempo.

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