Jacarandas

Antes de irme de México me quiero comer el paisaje y sus detalles, en especial las jacarandas floreciendo por las avenidas de la ciudad, mencioné en abril de 2010 en una comida de despedida. Cuando llegué a Brasil el año pasado me encontré con árboles muy queridos en mi historia personal, la flor de mayo y la jacaranda. Debido a la inversión de estaciones por vivir en el hemisferio sur, las jacarandas florean entre octubre y noviembre. A pesar de que su floración no es de las más espectaculares de la temporada (son los ipês en julio), es siempre bonito pasar por la calle y ver las esquinas adornadas por un inmenso ramillete de flores lilas en la copa de los árboles, para después hacer un tapete floral en la banqueta sobre la que crecen estos hermosos árboles. 

Esta semana, me habló el luthier David para mostrarme los avances de un instrumento musical que mandé construir con él y hacerme algunas preguntas sobre los terminados del mismo. Nunca antes había tenido la oportunidad de platicar con un luthier sobre la fabricación de un instrumento, mucho menos de un instrumento que será mío, así que hoy por la mañana tomamos un metro que nos llevaría a la zona este de la ciudad para ir al taller del Sr. David. 

Ya en su casa, me encontré con la cajita de madera, las chapas y los troncos que a la postre se convertirán en un cavaco. El Sr. David nos platicó a Lola y a mi del proceso de corte, de la veta de la madera, del alma del brazo y nos preguntó sobre las chapas de marquetería que adornarían el instrumento. En particular, nos quedamos platicando un largo rato sobre la caja de resonancia del cavaco, una cajita ya ensamblada de madera muy oscura. Platicamos sobre los chapados y la colocación de las barras armónicas, término nuevo para mí, para después hablar sobre esa madera negra: jacaranda de Bahía. 

Resulta que el nombre jacarandá viene de la lengua tupí , que significa fragante. La madera de jacaranda es dura, resistente, y desde la colonia ha sido usado para la construcción de muebles e instrumentos, donde la madera es conocida como "brazilian rosewood" y en el extranjero cuesta bastante conseguirla. En el cavaco, la madera es la típica de construcción de este instrumento, la dureza del material le da más cuerpo a su sonido. Cuando se ve la madera en bruto, es de un color casi grisáceo, ya terminado el instrumento es un color casi negro.

Como todas los recursos naturales, la explotación inmoderada puso en peligro a estos árboles. Es por eso que en 1992 se volvió ilegal la tala y comercialización de estos árboles, con una estricta política de control del comercio de esta madera. Por lo que solo es posible encontrar la madera con distribuidores con certificados de origen legal y con el reuso de la madera ya talada. Como el primer recurso es bastante caro, se ha creado un mercado de reutilización de los muebles de jacaranda que existen en casas y haciendas, así como en tiendas de muebles antiguos. La legislación prohibe la exportación de muebles de jacarandá, pero en la actualidad muchos muebles de jacarandá son llevados a tornos donde son laminados para la construcción de guitarras y cavacos, de los que tienen una inmensa demanda.

Según el Sr. David, la madera de mi cavaco la tenía de un lote que compró hace mucho tiempo con un distribuidor certificado. Por el color de la madera, debió ser de un árbol bien maduro que fue cortado hace por lo menos 50 años. Dado el estricto control del comercio de esta madera es cada vez más complicado comprarla, lo que llevará a la construcción de este instrumento con otro tipo de maderas. Por experiencia de un colega del luthier, es arriesgado comprar maderas sin certificado ya que el Instituto del Medio Ambiente no solo se lleva las maderas que consigna, sino todo el stock que existe tanto en el almacén del distribuidor como del comprador. La buena noticia, es que todos los meses de noviembre tendremos ramilletes lilas adornando nuestras calles.

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