Pre Carnaval

Cuando en México hablamos con cierto orgullo de lo bonito que es el puente Guadalupe-Reyes. En Brasil no existe propiamente dicho ese puente. De hecho, en las primeras semanas de diciembre las oficinas empiezan a trabajar a un ritmo desenfrenado para terminar todos sus pendientes antes de las vacaciones para que sean entregados antes de que empiecen las vacaciones porque si no ya valió. La cosa es así, la gente regresa a trabajar después de navidad pero nada retoma su curso normal hasta después de carnaval. El país se sume en ese letargo que no termina hasta el miércoles de ceniza, cuando se empiezan a curar la resaca de dos meses de inactividad y todo retoma su curso normal, al menos por los diez meses siguientes.

En ese tren estamos en este momento. Como el invierno americano, es un momento para descansar, tomar el sol del verano, plantear proyectos, prepararse para la celebración; o te sumes en el frenesí de los carnavalescos, o te vas de la ciudad a disfrutar de una playa brasileña junto con los otros 10 millones de paulistanos que abandonan el barco. A mi me encanta el samba y la música que envuelve esas celebraciones, así que estoy más del primer lado que del segundo.

Hace un par de semanas cayó en mis manos una invitación para formar una batería de un bloco de rua (cortejos callejeros) que se organizó de último minuto. Sin dudar un segundo llené mi formulario y mentí un poco en la descripción de mi historial musical; Tiene experiencia en instrumentos de percusión? El pandero de la tuna cuenta, no? Las cucharas? La puerta? Definitivamente si me anotaba para cualquier otro tipo de tambor, el redoble, la caja o los graves surdos, quedaría muy en evidencia y me sacarían de ahí rápido. Para que no se viera tan evidente escogí un instrumento pequeño, el tamborín.

El día del primer ensayo llegó. El personal de organización nos platicó del enorme esfuerzo que habían hecho para echar a andar esa batería y de la gran respuesta que tuvieron a la convocatoria. Se vieron obligados a hacer una pre selección, solo habían escogido a personas que ya tenían experiencia previa tocando sus instrumentos. No pasa nada, el tamborín no debe ser tan difícil, pensé en voz alta. Un brasileño me respondió: Te equivocas, el tamborin es muy pequeño pero requiere de mucha técnica, sobre todo velocidad y aguante para poder tocar al mismo ritmo durante tanto tiempo.

Dicho y hecho, después del primer ensayo me llamaron para decirme que no podía tocar el tamborín. Para que no me sintiera mal me ofrecieron tocar otro instrumento, las campanas o maracas. Dentro de mi pequeño corazoncito tocar las maracas es caer demasiado bajo, así que escogí las campanas, a condición de comprar mi instrumento. El segundo ensayo llegó y el instrumento parece ser mucho más fácil. No dejo de estar contento por poder tocar en una batería. Todavía faltan seis ensayos y muchas marchas que practicar.

Por lo del cambio de instrumento, se entiende. Por lo menos no me corrieron. Tampoco me quejo tanto. En este país tan sincopado tocar sambas y marchas implica tener una noción bastante especial del ritmo. A final de cuentas, no dejo de ser un gringo sin experiencia en esta ciudad.

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