Bloco da Muda

Hay algo en las percusiones que me llama la atención. En principio, es como sentir que el ritmo sigue los latidos de tu corazón. Dependiendo el ritmo, poco a poco tu organismo se va habituando y se acelera o se relaja. Más adelante, sientes que tu latido está sincronizado con el sonido de los tambores. Supongo que es por eso que dicen que cualquier música tocada con tambor es ancestral, te conecta con las funciones más básicas de tu cuerpo. 

Segundo, es un trabajo en equipo, masivo. Con 60 personas tocando al mismo tiempo, que falte una persona o dos no hace gran diferencia. Así como tampoco lo hace tener dos o tres más. Si uno se equivoca se puede llegar a notar, pero no importa tanto con lo fuerte que es el sonido primordial. El valor de cada integrante es innegable, está formado por la suma de sus partes pero no depende de la voluntad de uno de sus integrantes. Si están tocando bien, es imponente. Si están tocando mal, es horrible. Pero es responsabilidad de todos hacer que suene bien. 

De pronto, escuchando a los surdos marcando el paso, las cajas redoblando y cada parte de la batería haciendo lo suyo. Uno se imagina que en el origen de estos grupos su sonido estaba hecho para imponer e infundir miedo a sus enemigos. Avisar y decir, ¡aquí estoy! ¡Somos tantos y tan potentes que me doy el lujo de anunciarme para que me veas y me temas! Para luego preguntarse cómo ese sonido de alguna manera evolucionó para hacerse festivo. 

Así estaba yo dentro de la batería de un grupo pequeño "El bloco da muda". Durante 8 sesiones nos juntamos para practicar los ritmos básicos e ir creando patrones que se acomodarían con melodías de una banda una semana antes de carnaval. El proyecto, fondeado con recursos públicos y patrocinios de empresas, solo previó una presentación. 

Durante la mayoría de los ensayos el tenor era llegar, tocar y salirse. De vez en cuando nos daba tiempo para poder cruzar una palabra con algunos de los compañeros, pero el contacto humano era mínimo. Tal vez sería mi mal manejo del idioma o mi cada vez más oxidada capacidad de crear relaciones de la nada, pero no pasábamos de tres frases más allá del "hola". Mientras más se acercaba el día de la presentación, los nervios subían. Íbamos a tocar una hora y media y hasta dos ensayos antes no habíamos recorrido de cabo a rabo el repertorio de la presentación. 

Un ensayo antes del ensayo general, de la nada, empezamos a actuar como un bloque. La conversación empezó a fluir y comenzamos a tener conversaciones no verbales, basadas en gestos. El día del ensayo general tuvimos más tiempo para convivir juntos, bailamos y bebimos durante un buen tiempo. De alguna manera ya no eramos un conjunto de desconocidos. El trabajo de las últimas 6 semanas nos acompañó y rompió el hielo. Al final del ensayo general, nos abrazamos y nos despedimos con familiaridad. 

El día del evento principal la interacción fue mayor. Bailamos, nos sentamos a platicar, nos repartimos consejos y buenas vibras para el momento en que saliéramos a tocar. Después de las semanas de trabajo, estábamos en el umbral del final. Pero en realidad muchos estaban tan llenos de adrenalina que no querían que terminara el evento.

Al final no sé decir si la presentación fue buena o mala. Nunca antes había estado en una completa. Lo que sé es que ese esfuerzo conjunto, en el que el colectivo manda y la individualidad se ve reducida a poco, un grupo de personas creó lazos. Es algo común en proyectos en equipo y que hace mucho tiempo no me pasaba. Tampoco sé que tan fuertes se hayan hecho esos lazos. Si puedo mantener la relación con al menos uno de ellos habrá valido la pena. 


Comentarios

chanito ha dicho que…
chingona experiencia Oscartinho, pero no seas tan modesto, manejas un portugués de lujo. ¿No tendrá Lola por ahí un video de tu presentación, aunque sea de unos pocos segundos????

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