Jornadas en dos ruedas

Hace más o menos dos meses decidí empezar a irme de bicicleta al trabajo. De puerta a puerta son alrededor de 5 kilómetros y el terreno es más o menos uniforme en el  trayecto. La ciudad tiene unas subidas y bajadas mortales, pero el recorrido que hago disemina esas subidas y bajadas en tramos muy manejables.

En los casi tres años que tengo viviendo en Brasil me costó mucho trabajo empezar a hacer ese recorrido. Como me encanta dormir siempre tiendo a salir tarde y corriendo, por lo que me voy en coche o en camión, pensando que voy a ahorrar tiempo para llegar. Pero vivo en una ciudadsota en donde el tráfico es uno de los problemas principales. Y no fue sino hasta la tercera vez que empecé a dejar de sudar la gota gorda y empecé a notar más el paisaje, que me di cuenta que rebasaba a los camiones y a los carros que se quedaban atorados en el embotellamiento. Eventualmente empecé a seguir en los aplicativos las rutas de los camiones y descubrí que hacía de 20 a 25 minutos menos en la bicicleta, sin contar el tiempo para esperar a que pasara el camión. El carro siempre termina siendo una apuesta. Los días sin tráfico el carro es mucho más rápido, pero como el tráfico cambia drásticamente de hora en hora y de día en día. Termina siendo el mismo tiempo.

Lo bonito del trayecto es que paso el 70% del mismo en una ciclovía que corre por la Avenida Faria Lima. El caminito es a lo largo del camellón de la avenida que se ha mantenido bastante verde, así que voy pedaleando bajo la sombra de arbolitos y con vista de varios graffitis que me gustan mucho (aunque están lejos de ser mis favoritos). A pesar de todo, Sao Paulo es una ciudad llena de flores y el camino y el barrio me ayudan a recordarmelo constantemente.

La gran desventaja de salir en bici es que uno llega bien sudado al trabajo. Lo bueno es que la oficina está instalada en una casa vieja y me da oportunidad de tomar un baño rápido y frío, así como cambiarme de ropa en lo que se prende la compu y toda la cosa. 

Los cambios en el humor y en la capacidad de concentración se notan inmediatamente. Antes terminaba fulminado con una ida por semana y ahora ya soy capaz de manejar hasta tres vueltas por semana en bicicleta. Aunque a veces hay que dejar dormir la bicicleta en la oficina y otras tantas planear bien la logística. Pero vale mucho la pena



Historia de la birula:

Mayo de 2010. Acababa de llegar a Canadá y lo primero que hice fue comprar una bicicleta para moverme en el pueblo. Había pasado casi un año en la ciudad de México moviéndome en transporte público y comprar un vehículo era demasiado oneroso para mí. Así que me compré una bicicleta con la idea de irme todos los días al trabajo y de regreso. Al segundo día de bicicleta, cayó un aguacero que no me dejó ir en bicicleta. A las dos semanas me rechazaron la oferta de renta de una casa en el centro del pueblo. A la cuarta semana renté un carro para empezar a moverme y después de seis semanas decidí mejor rentar un departamento lejos, muy lejos del trabajo. La bicicleta quedó relegada a ratos de ocio durante las tardes y fines de semana durante los siguientes 7 años y medio. 

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