Cosas increíbles

Está demostrado que con el paso del tiempo las memorias se van degradando en el ser humano. A veces la mente cambia los recueros dolorosos son guardados celosamente en la curva del olvido, de manera automática, para no repetir un sufrimiento innecesario. Es así como quedan huecos en la memoria, que son caprichosamente rellenados con mentiras que terminan siendo aceptadas por el propietario. A veces esos rellenos son impuestos caprichosamente por terceras personas, que hacen que el dueño de las memorias se cuestione si sus recuerdos son legítimos o si se está volviendo loco.

"En una clase de francés, un compañero alardeaba que conocía a alguien que había estado cerca de Tlatelolco el 2 de octubre del 68. Tan cerca que había escuchado a lo lejos los balazos de la fatal trifulca. La plática era contada de tal manera que se hacía distinguir, por ser una persona no solo alternativa, sino con vínculos cercanos a un evento histórico que marcó generaciones. La gente se acercaba para escucharlo con atención.
No pude evitar reirme del chamaco pendejo. Mi familia y yo vivíamos en Tlatelolco. Mi hermano militar habló unas horas antes a la casa para que mi mamá cerrara la puerta con llave. A mi mamá le lloramos y pataleamos para que nos dejara ir a la manifestación, pero no sirvió de nada. Después de la balacera, se resguardaron en nuestro departamento más de una docena de muchachos. Casi a media noche, mi hermana y yo los sacamos uno por uno de la unidad fingiendo que eran nuestros novios.
En lugar de llamar la atención de mis compañeros, más jóvenes que yo, pareció no importarles y cambiaron el tema. Ahí me convencí que lo que hicimos fue tan estúpido que la gente lo veía tan irreal que parecía inventado o sacado de un libro de ficción. Desde ese día no me interesó sacar más el tema en conversaciones públicas."

Las historias de octubre del 68 son una página que se mantuvo en silencio durante mucho tiempo en mi familia. Mi mamá, a pesar de haber sido profesora sindicalizada, no asistía a ningún paro o mitin del sindicato. Solo la vi una vez en una toma de un centro comercial, porque la amenaza de quitarle su puesto fue inminente (o al menos, así lo recuerdo). Mientras crecimos, nos hablaba de cambiar el mundo, pero no siendo carne de cañón. Por más que me niegue, crecí con la idea de que pararse en la calle para mostrar un descontento era una causa perdida.

La historia de mi papá está más llena de agujeros. Durante mucho tiempo negó que estuvo involucrado con el movimiento estudiantil o que estuvo en la plaza de las tres culturas 10 días antes de los juegos olímpicos. No obstante, cuando surgía el tema a colación, nos daba una explicación cronológica del conflicto estudiantil con detalles que no le he escuchado a nadie más, a no ser por la cronología que la revista Proceso publicó recientemente. Cuando la historia se acercaba al 2 de octubre cambiaban sus versiones. Ese día le surgió algo que no lo dejó ir a Tlatelolco, estaba con su novia, o que pasra ese día ya vivía en Chiapas. En alguna reunión con mis tíos nos dijeron que el abuelo lo había salvado de que se lo llevara la policías en el 68 y lo había mandado a vivir, precisamente, a Chiapas con otro tío que ya vivía por allá.

Si bien la historia de mi mamá siempre estuvo acompañada de las de mis tías, mi papá fue un rompecabezas muy difícil de componer. Hasta hace un par de semanas.

Con el motivo de los cincuenta años del movimiento, surgió una nueva oportunidad de preservar la memoria histórica de los que estelarizaron ese día. El grupo de WhatsApp de la familia de mi mamá se convirtió en un testimonio colaborativo, donde la historia se corregía y se complementaba entre mi mamá y mi tía. A mi papá lo convencieron de escribir un artículo para una revista y dar una entrevista para una estación de radio. En medio del remolino, surgió una oportunidad para ir a México, sentarme con mi hermano y mis papás para platicar largo y tendido sobre ese tema después de un desayuno. Un episodio que me ayudó mucho a reconocer quién soy, y de dónde vengo.

Entre la multitud y la confusión, hay miles de personas que en estas fechas siguen contando su historia y reviviendo momento a momento ese día, cada uno con la claridad del protagonista y con la miopía de quien estuvo en el campo tomando acción y no en el escritorio, dando órdenes. Algunos episodios parecen dibujados por la mano de la imaginación, irreales. Y sin embargo sucedieron. El simple hecho de que se haya lanzado a la fuerza pública resulta el más irreal de todos.



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