Mirando al horizonte

Durante los primeros días de mi estancia me preguntaba por qué sentía un ligero malestar en los ojos, sobre todo cuando iba en carretera. Así como cuando uno se pone unos lentes que no están graduados correctamente y después de un rato se sienten los ojos hinchados y una punzadita en la sien.

Como al principio de mi estancia no salía mucho a carretera, esto era un efecto que pasaba de vez en cuando. Pero cuando me mudé a mi departamento y tuve forzosamente que agarrar carretera, pasaba todos los días. La razón: en este lugar no hay montañas.

En eso mi mente se va para atrás unos 7 años cuando llegó Sissy y dijo algo como esas montañas están enoooormes. Nosotros volteamos y dijimos, pero si no es una montaña, es un cerro y seguimos platicando de otras cosas. Para la gente que vive entre montañas, las montañas son marcas que forman parte de la vida cotidiana. Aprendes a ubicarte en relación a ellas, a subirlas y a bajarlas, a encontrarlas en todos lados, porque a donde miras, ahí están.

Al llegar aquí mis ojos me dolían porque de manera involuntaria buscaban esa montaña que marcaba el fin de lo observable. Ahora ese fin se convierten en un montón de árboles, una línea azul en el lago o una delineada por casas y edificios. Y es cuando te das cuenta lo acostumbrado que estabas a algo completamente diferente.

Sin montañas el aire sopla a placer, o simplemente no sopla. Se pueden ver las nubes a muchos kilómetros de distancia y verlas llegar. O simplemente cruzarlas con rápidez. Puedo ver el puente internacional a unos 20 kilómetros de distancia, así como los edificios de Detroit desde 25. Aquí encontré un horizonte distinto.

Comentarios

Mónica Pulido Echeveste ha dicho que…
Que bonito post.
Ahora tiene sentido eso de buscar otros horizontes, no?
Decía Ivana que en ningún lado el horizonte es tan lejano como en el Tibet. El aire es tan limpio que se alcanza a ver muy lejos. Y claro, no hay obstáculos.
Algo me decía mi hermano de que el límite capacidad de la vista/curvatura de la tierra/densidad del aire, son 22 o 24 km. Algo así.
Nadia ha dicho que…
Oscar, yo con mucha frecuencia digo que extraño mis montañas. De alguna forma, quizá muy primitiva, entre montañas te sientes cobijado. Aquí no hay. No las busco, porque sé que es inútil y porque el horizonte tan extenso, me parece que produce la sensación de que el cielo tiene más colores.
Saurio ha dicho que…
Las montañas me recuerdan a Pedro Páramo, jaja, tendré que mandarte el libro pa que extrañes mas tu terruño
Rodrigo Esquivel ha dicho que…
Te recomiendo la cirugía de lo ojos, es lo máximo, es como si jamas hubieras visto tan bien las formas y los colores... fuera lentes, de esa forma ya sena montañas, lagos, árboles, horizontes e incluso las ciudades, todo se ve con otra perspectiva.

Saludos desde la loma de Santa María...
Anónimo ha dicho que…
uuuhhh, además amigo, si acá vivías en una montaña.. de ahí la novedad, después de ver la ciudad en la distancia, sus luces por la noche, o bajar a toda velocidad en el auto... lo de ahora seguro es una experiencia totalmente distinta.. chanito.
Florecita Rockera ha dicho que…
ah jijo! no se me había ocurrido vivir sin las montañitas...

que interesante, que buen post!

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