Y las bicicletas...

Llegó el día 21 y yo tenía agendada una actividad en el trabajo. Así que tuvimos que mover la fecha de la pedaleada del sabado al domingo. Al principio Carlos me dijo que no le agradaba mucho la idea porque levantarse el lunes al trabajo todo molido hace dos veces más odioso el lunes, pero terminó aceptando.Un par de días antes me habló por teléfono. "Nos vemos el domingo a las 6:30 de la mañana para empezar a pedalear a las 7 y que el sol no nos pegue de lleno". Con eso de que este verano el calor no baja de los 35 grados y con el factor de humedad parece que estas en una playa, pero sin las albercas, cocos, chelas, surfistas, ni hoteles o casas de campaña. El sabado 21 me la pasé en una visita guiada durante todo el día, y ya de por sí llegué agotado y molido a las 10 de la noche a mi casa. Justo ahí fue cuando me di cuenta: Para estar a las 6:30 de la mañana tengo que levantarme por lo menos una hora antes para alcanzar a desayunar y arreglar mis triques. EN DOMINGO!!! No hay nada peor que levantarse el domingo más temprano de lo que uno acostumbra durante el resto de la semana. Un sacrilegio. Pero ni modo de echarme para atrás.En realidad le tenía algo de miedo al trayecto. 44 kilómetros en terracería desde Windsor a Leamington, en bicicleta. Suena a muchas horas de sudor y esfuerzo físico. Aparte, prometí que me iba a poner a entrenar, pero a final de cuentas me la pasé arreglando la bicicleta y solo la tomé un día para manejar escasos 16 kilómetros en un viaje de mi casa al puente internacional y de regreso. Lo peor que me podía pasar era que de plano me diera un calambre que no me fuera a dejar continuar y hubiese tenido que hacer una penosa llamada telefónica para llamar refuerzos (osea, un carro que me llevara el resto del camino en un cómodo sillón acolchonadito).
Los primeros 5 kilómetros sirvieron más que nada para calentar. Así que lo hice como empezar una sesión de yoga. Respira profundo, lento. Uno. Dos. Tres. Cuatrocincoseissieteochonuevediez y de pronto ya llevabamos 8 kilómetros y el cuerpo apenas se sentía trabajando y el camino se sentía menos pesado de lo que en realidad pensé que fuera a ser. Es más, el camino pasa por enmedio de pequeños bosques, campos de cultivo de soya, maíz y calabaza. Pasa por enmedio de dos pueblos que se ven bastante bonitos y uno puede admirar una gran cantidad de flora y fauna bastante rara. Blueberries, uvas silvestres, conejos, muchos conejos, ardillas, un halcón y un par de águilas. Incluso vimos mariposas monarcas que ya empezaron a llegar en su camino a la tierra prometida.
Después de unas 3 horas presentimos que el camino se terminaba. ¿Estás listo? me preguntó Carlos. ¡Venga! y empezamos a apretar el paso para asegurar un cierre de fotografía y que el comité de bienvenida que ya nos esperaba nos viera llegar enteritos. Pero después de la curva no había nada y seguramente había una desviación porque ahí fue cuando tomamos el camino equivocado. El camino dejó de ser de tierra y se convirtió en uno de arena. La tracción de las llantas era poca y en lugar de avanzar, se hundían. Fue el kilómetro que más sufrí y en el que, por primera vez, sentí que troné. Después de todo había un montón de rocas y un letrero que decía "fin del camino". Atrás, un camino de tierra menos feo que el de arena. Como no había marcha atrás recorrimos ese camino que tenía más bien huellas de animales en lugar de bicicletas. De pronto nos encontramos con una cerca y un letrero que decía "NO PASAR, propiedad privada". El punto es que el letrero estaba volteando al otro lado de la valla y nosotros estabamos atrapados enmedio de la propiedad privada. Después de dar un rodeo para salir a la carretera más cercana nos dimos cuenta que nos habíamos pasado por lo menos unos 3 kilómetros (3.39 según Google Earth) que igual tuvimos que regresar pedaleando.

El cielo estaba nublado, que le agradezco mucho a Ehécatl, y durante todo el camino no llovió, que se lo agradezco a Tláloc. Durante el camino pasamos por muchos lugares bastante bonitos a los que valdría la pena tomarles una foto. Pero preferí ser precavido y no pararme más que un par de veces para tomar aliento, agua y este par de fotos que acompañan este blog. Pero creo que es un recorrido que vale la pena hacer durante las 4 estaciones para hacer sesiones fotográficas. En primavera para ver las flores, verano para verlo todo verde, otoño en rojo e invierno en blanco e incluso ver si se puede hacer un poco de ski de fondo (si nieva lo suficiente).

Balance total:

Distancia: 50.6 kms
Tiempo: 4 horas
Efectos secundarios: Ligero malestar en los costados, piernas bien, nachas adoloridas por el horroroso asiento.
Próxima fecha: Finales de septiembre 2010.

Comentarios

Florecita Rockera ha dicho que…
yo quiero ir en Otoño, aunque me caiga de la bici!

abrazos a la una, dos , tres, cuatrocincoseis!

*por cierto, hay unos trajes-mallones medio aniti-estéticos que usan los ciclistas y tienen cojincito para esos dolores de nachas.
Hugues L ha dicho que…
"Próxima fecha: Finales de septiembre 2010."

... Este va a ser el trayecto Windsor - Montreal en bicicleta verdad?
C. Lizeth ha dicho que…
Me pongo de pie en primera por levantarte a las 6:30 de la madrugada en domingo y en segunda por hacer el recorrido sin entrenamiento ni condición. Valió la pena el esfuerzo, gracias por compartirlo con nosotros, espero el de las siguientes estaciones pero ahora sí con más paradas estratégicas para las fotos. Saluditos!
Marsia ha dicho que…
si vas conmigo podrás tomar muuuchas más fotos :P jojo
Saurio ha dicho que…
Pudiste haberte levantado mñas tarde...

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