Bolita-palito. La historia de las letras en mis escuelas.

De los pocos recuerdos que tengo de la primera primaria en la que estuve (estuve en tres), fue ver a la monjita ponerme el lapiz en la mano derecha y ayudarme a hacer de mis primeras letras. Yo asumo que soy naturalmente zurdo y que mi horrorosa letra se debe a que no era mi mano natural para escribir. Los que no me creen dicen que simplemente soy ambidiestro.

Sobre la escritura, tanto mi hermano como yo tuvimos una época en la que batallabamos porque nos decían que teníamos mala letra. Uno de los dos tuvo problemas en un examen de matemáticas porque escribía el uno como si fuera siete y nos hicieron repetir a los dos los apuntes de la materia de "artísticas" porque la maestra solo entendía si le escribían en Times New Roman, como en esta entrada.

Luego en la secundaria empezó la época de los maestros que literalmente te cambian la vida. El maestro de español no se cansaba de decir, "muchachos, yo no entiendo jeroglíficos. Bolita-palito, la b es bolita-palito, la p es bolita-palito, la a es bolita-palito, bolita-palito...". Por supuesto que yo me gané un par de notas bastante elaboradas del profesor casi suplicándome que escribiera con la técnica bolita-palito. A lo cual respondí escribiendo con letras muy pequeñitas, así por lo menos les iba a costar trabajo entender mis garabatos, y después se quejarían.

Otra de las constantes en mi vida, es que siempre fui un ñoñazo para muchas cosas. Y cuando quise hacer las cosas bien, las hice con mucho detalle. En tercero de prepa una maestra nos pidió que hicieramos nuestros apuntes ordenados y bonitos, porque iban a valer un porcentaje considerable en nuestra calificación en los dos semestres que duraba la materia. Agarré mis colores de la materia de artes plásticas (para la que tampoco fui bueno nunca, pero esa es otra historia) y le dediqué una hora a la semana a redactar con el método bolita-palito (infalible), sombreados de colores, márgenes que cambiaban de color con el módulo que se estudiaba y con numeración al pie de página con un detalle que nunca había tenido en mis apuntes. Me aburría tanto la materia que sabía que podía excentar el examen final si nomas repetía como chango los apuntes.

Así llegó el feliz día de la revisión de las libretas para terminar el primer semestre. Esa clase nos la dio libre mientras revisaba todas las libretas que estaban apiladas por número de lista en su escritorio. Joven "Sobe", venga un momento por favor. Cuando escuché esas palabras con esa entonación que me iba a felicitar. Así me acerqué muy campante para escucharla preguntar con su engolada voz... "¿Quién le hizo los apuntes?", "QUE!!!!!", "Mire, esta letra y esta minuciosidad corresponde más a una niña que a un niño. No me engaña, así que por favor dígame quién le hizo estos apuntes". Ese día si me dio mucho coraje que la primera vez que le presté atención a mis apuntes, me dijeron que estaban tan bien hechos que seguro eran de alguien más. De la indignación terminé el semestre con la peor libreta de todas, más esa afinidad con algunos de mis compañeros por hacer una serie de desplantes juveniles en su clase. En breve, perdí todo interés tanto en la materia, como en andar prestandole atención a algo tan superfluo como mi escritura.

En la universidad tuve el golpe final. Un maestro que era grafólogo y se divertía haciendo afirmaciones con una seguridad aterradora que hizo llorar y desmoronarse a algunos de los compañeros. Aunque era cruel con algunos, a otros los respetaba y se mantenía en la línea. Es decir, solo destrozaba la psique de los que se lo pedían expresamente. En algún momento me lo hizo a mi, y le siguió una discusión sobre cómo era posible que la escritura de una persona pudiera describir el caracter de la misma, siendo yo el escéptico. Después de esa conversación me fui a una librería y compré dos libros de primaria que llevaban por nombre "caligrafía". Pacientemente terminé haciendo bolitas y palitos para escribir con letra de molde el abecedario y después hacerlo en manuscrita, todo de una manera bonita. Así terminé la universidad y no volví a ver al profesor para restregárselo, y eso me pudo.

Pero el tiempo es sabio, y como a los dos años nos encontramos en casa de uno de mis grandes amigos entre copas echando relajo, como con pocos maestros pude hacer. Ahí mismo le conté la historia de los libros de primaria y como había aprendido a escribir manuscrita gracias a ese afán que tenía por demostrarle que su teoría del comportamiento era errónea. Para lo cual me respondió "Te acuerdas que te dije que eras una persona muy adaptable? Me lo acabas de demostrar".

En fin, hace unos días Neil Gaiman @neilhimself puso este link en twitter y me hizo pensar en la cantidad de atención y como se desarrolla nuestra motricidad escribiendo a mano, y no solo en la computadora. Bastante recomendable, sobre todo si te gustó esta entrada.