Mapas

Algún día me desesperé mucho porque estaba en un lugar extraño y aislado de todo lo que conocía. Ese momento en el que te das cuenta que no puedes decir, ya me cansé, quiero ir a casa. Como cuando un escalador se cansa del esfuerzo continuo y pide un descanso a la mitad de un ascenso, pero lo único que puede hacer es mirar hacia abajo e imaginar el estrépito de su caida si se da por vencido. Vértigo. 

Una de sus consecuencias fue que me hiciera de un mapita y trazara con pluma esa ruta que duró unas cuantas semanas en una tierra por completo extraña. Trazar la ruta me entretuvo bastante porque me daba cuenta de las calles, carreteras y lugares potencialmente interesantes que me perdí. Con esa lógica busqué mapas más locales de las ciudades en las que vivía y señalaba con marcatextos las calles en las que estuve y el recorrido detallado de las rutas que caminaba en lugares desconocidos. Convencido de que estaba desarrollando mi sentido de la ubicación espacial, al día siguiente intentaba una ruta nueva y procuraba perderme un poco más siguiendo líneas paralelas y ubicando puntos de referencia mientras los pies y mi sentido común me lo permitían. A veces, la calle se separaba mucho de la ruta que pretendía, por lo que tenía que tomar un autobús para no perder el último tren de regreso a mi casa. En otras ocasiones definitivamente tenía que regresar sobre mis pasos porque no sabía dónde estaba. Luego, intentando otras rutas encontraba mis puntos de referencia o llegaba a aquellos lugares en los que había decidido que estaba demasiado perdido para seguir adelante. 

Así iba rellenando los espacios vacíos de lo que era mí mapa de la ciudad en la que vivía, como un niño rellena con crayola los manteles de los restaurantes familiares. Cuando pensé que ya conocía la ciudad en gran medida, me llegó la oportunidad de realizar una visita guiada con un maestro de la escuela de hotelería. El resultado fatal fue que no conocía ni la mitad de lo que la escuela de turismo recomendaba. Concluí que por mucho que intentara conocer todos los rincones de una ciudad, si te mueves una calle a un lado, estas en un lugar completamente nuevo. Te puedes perder en el lugar más familiar y, a final de cuentas, la seguridad la encuentras en un lugar que por sí mismo está perdido en una telaraña de calles, árboles, montañas y ríos. El sentido de ubicación solo depende de esa seguridad que tienes de conocer el camino a un lugar familiar, o aquel en el que empezaste el día.

Me encantan los mapas. Tal vez no para coleccionar, pero si para pararme enfrente de ellos durante algunos minutos y rellenar mentalmente las rutas que he recorrido y las opciones por recorrer.

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