Acción de gracias

Existen tres tipos de personas en Windsor. El primer tipo es ese conjunto de personas que creen que este es un pueblo infecto en el que no hay nada que hacer y que solo se la pasan hablando de lo mal que se la pasan aquí y contando los días para salir corriendo porque encuentran una oportunidad de salirse de aquí. El mejor de los casos que me tocó fue mi vecina de enfrente, que vino a estudiar medicina. La mudanza la hicieron sus papás, mientras que ella no se apareció en esos días en el departamento: "Estoy contento porque mi hija por fin ya se va a salir de esta ciudad", me dijo el papá en el elevador, ignorando por completo que a mí me tocaba quedarme en este hoyito del diablo.

El otro tipo es el que quiere, respeta y adora la ciudad, ya que aquí nació, aquí creció y aquí morirá. Es interesante escucharlos porque ellos cargan la historia oral del pueblo. Así uno aprende cosas inútiles fuera del pueblo, como dónde estaban los jardines de Hiram Walker y cuál era la extensión de sus tierras. Que el río Detroit no era nada profundo y la gente se metía a bañarse en verano, hasta que lo dragaron para permitir que los navíos comerciales cruzaran. No obstante, ellos tienen su vida tan bien trazada, que no les interesa conocer mucho más allá de sus narices, a pesar de la cantidad de cambios que ocurren frente a ellas.

El tercero, mucho más raro, es el de las personas que están contentas aquí y bastante abiertas al cambio. Sueñan, pero no con irse. Para ellos lo importante es aprovechar los dían tan bien como sean posible, estos emanan una cierta paz, que contrasta con el frenesí de los primeros y el conformismo de los segundos. Dentro de este tercer rango, estan algunos CouchSurfers, aunque no todos. Una de ellas es Heather, que anualmente hace del día de acción de gracias una fiesta para compartir con vecinos, amigos y foráneos el fin del verano y el inicio de la temporada fría.

 En Canadá se celebra el día de acción de gracias el primer fin de semana de octubre, unas seis semanas antes de la misma celebración en Estados Unidos. La razón de ello es porque Canadá, estando más al norte, termina la cosecha mucho antes que los estadounidenses y agradece a las deidades la cosecha más temprano durante el año.

Así, después de dos años y medio, me quedé en casa durante un puente y disfruté de esta tradición canadiense/couchsurfera en todo su esplendor. Junto con unas cuarenta personas, visitamos una destilería de Whisky, una de cerveza, tomamos una lección de tango y compartimos un pavoroso pavote. Algo así como navidad, en la primera semana de octubre. La fiesta estaba llena de gente extraña, local y simplona, y lo mejor de todo era esa capacidad que todos tenían de cambiar de compañero de plática en un tronar de dedos. "Hola, soy Nick, tú quién eres?".

Para el final de las degustaciones de vino y cerveza, yo y mi vacío estómago ya estabamos flipando por todos lados y engullíamos con singular alegría cualquier canapé que pasara frente a nosotros. Conocí a alemanes, ingleses, canadienses, chinos, chilenos, argentinos y polacos por igual, tal vez unos cinco minutos por cada uno. Luego vino la clase de tango, en la que nos divertimos como changos yo y mi pareja de baile, una china que ni idea tenía de lo que era esa danza.

Finalmente vino ese momento bastante sencillo, pero que para mí es bastante importante. Ese en el que la anfitriona ofrece la comida recién salida del horno para la salud y regocijo de sus invitados, al tiempo que cierra un ciclo natural en el que el sol se enfría y le damos la entrada a la larga noche. Nada me gusta más que ese momento en el que la gente tiende la mano para decir, "toma, esto lo hice para tí, porque me da placer compartirlo contigo, te conozca o no".

A veces uno se encierra tanto en el círculo que le rodea, que no se da cuenta que alrededor de uno pasan cosas asombrosas.


Comentarios

Mónica Pulido Echeveste ha dicho que…
Me gusta :) la magia de la escritura sigue ahí, y contigo y con Alhe veo que la de CS también. Abrazos!
Saurio ha dicho que…
flipando...

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