Despedidas (entrada inconclusa de 2010)

Muchas sensaciones se agolpan en mi cabeza un par de dias antes de partir. Siempre cuando dejo un lugar me tomo un poco de tiempo para percibir sabores, olores, colores y sonidos. Es como ir caminando por Madero justo a la altura de los azulejos y encontrarte con el organillero que está tocando "mi viejo" o "las mañanitas", ver la alameda con las jacarandas en flor, al señor tocando su flauta frente al Sears de Juarez, ver a los inquilinos de Independencia (osea los vagabundos de la zona) bailando Aserejé en las farmacias similares, durmiendo su cruda a medio día porque así no se mueren de frio o contándoles a los que se detienen a platicar con ellos que están bien, porque Dios los cuida.

Lo terrible de las despedidas es ese intercambio de miradas que se hacen con personas que te aprecian mucho y están seguros que deberá pasar un milagro para volvernos a ver. Te sostienen la mirada, sus ojos se ponen brillosos y parece que te hablaran para decirte: "te voy a envolver con la mirada para no borrarla de mi mente"; te sostienen la mirada y no te sueltan hasta que es imposible seguirte viendo. Lamentablemente esto es un constante en cada lugar que visito. A veces el destino me sorprende y me deja platicar...

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