Otoño

Cambiarnos de un departamento a una casa fue de las cosas más interesantes en cuanto a nuestra experiencia en este lugar. Tiene muchas ventajas y otras tantas desventajas, por lo que lo mejor es decir que es diferente.

Seguimos viviendo a lo largo del río, unos cuantos kilómetros río arriba. Casi en el punto en el que el lago St. Claire se convierte en el río Detroit. Hay varias islas por esta altura y el canal navegable se estrecha un tanto. Los días que amanece con neblina son evidentes porque cada barco que pasa por ahí suena su sirena constantemente para avisar que aquí viene. No hay que asomarse para saber si está densamente nublado o soleado. La sirena de los barcos te lo anuncia.

Lo mismo pasa con los gansos, justo al amanecer se llegan a escuchar unas cuantas parvadas de gansos que van al río. Al atardecer regresan volando en formación de V. Supongo que ha de ser por la temporada otoñal, porque antes no había reparado en ellos.

Hablando de otoño, tenemos un maple de unos 30 años de edad en el jardín trasero. Está justo en el centro y sus raíces se extienen a lo largo y ancho del jardín. Si lo vemos de otro modo, el jardín es del árbol. Da suficiente sombra en verano y un buen lugar para colgar la hamaca, pero sus raíces no dejan que el pasto crezca parejo y hacen de la tarea de cortar el césped una tarea demasiado compleja.

Este otoño los árboles cambiaron de color rápidamente. Una o dos semanas de árboles amarillos y rojos hasta que un fuerte viento se llevó por completo las hojas de los árboles. Como consecuencia, hay una enorme cantidad de casas en estas calles cuyos jardines y patios están enterradas con hojas secas. La temperatura, que baja progresivamente, hacen que no se antoje salir mucho tiempo a recoger las hojas. Mucho menos en nuestro caso, que hemos optado por no comprar maquinaria especializada para recoger las hojas. Total, solo pasa una vez al año y hay que barrer las hojas no más de cinco veces.

Uno de estos días hizo suficiente calor para que Lola se animara a salir a la calle a barrer las hojas del jardín de adelante y de atrás. Cuando regresé ya estaba oscuro y ella se empecinaba en llevarme al jardín trasero para enseñarme en lo que había invertido varias horas de su tiempo. Su esfuerzo la habia dejado adolorida de los brazos y espalda. A final de cuentas no quise asomarme para ver el jardín. A la mañana siguiente lo primero que me dijo al levantarse fue "ahora que ya es de día si puedes ver desde la ventana cómo quedó el jardín", se levantó de un brinco y abrió la persiana. Lo que le siguió fue una expresión similar a "¡Malditas hojas! ¿Cómo regresaron tan rápido?"

Desde entonces cada que pienso en que sería una buena idea salir a recoger las hojas del jardín me responde, "esperate a que caigan TODAS las hojas, si no no vale la pena".

Comentarios

Violeta ha dicho que…
cómprate una sopladora para las hojas, igual sirve también para la nieve :OP

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