Artes visuales

Hace no mucho le ayudé a mi hermano a hacer la transcripción de una entrevista para un trabajo de campo que está haciendo. Me pidió que fuera tan específico como fuera posible. El sujeto a entrevistar era una chica con la que habló de una obra de teatro que convertía al espectador en actor. Principalmente tenía que describir de qué se trató la obra y dar una opinión personal de la obra.

El proceso de hacer una transcripción es largo y requiere toda la concentración posible e ignoro si hay herramientas especiales que hagan más sencilla esta labor. Hay que escuchar la grabación muchas veces, buscarle una puntuación que haga coherente la redacción, volver a escuchar fragmentos de segundos en los que un ruido secundario o un balbuceo hace imposible el entender la palabra que quiso decir la persona al otro lado del micrófono. En un momento dado, las voces empezaron a sonar dentro mi cabeza y se hicieron demasiado familiares. Muchas veces cerraba los ojos para intentar imaginarme estar sentado al lado de mi hermano y esta chica que arrastraba las vocales. Después vieneron los detalles del fondo, el pincel del escenógrafo en sonidos. Una cafetería, mesas, ruido de cerámica al chocar entre sí, pasos y voces. Algunas eran tan claras que podías seguir parte de su conversación "hola ¿cómo estás? Siéntate".

Por ahí del minuto cuatro empecé a tener problemas con nuestro sujeto. Si, osea, es como tú sabes,¿no? era como.... (tecnicismo), pero luego todo lo contrario. Como, como... Empezó a derraparse en velocidad de crucero y le costaba mucho trabajo mantenerse dentro de contexto. Para mi no eran más que frases inconclusas, rellenadas con palabras aleatorias. Para el último tercio de la entrevista ya podía predecir qué muletilla usaría y cuándo regresaría a responder la pregunta. Esa voz de té orgánico rebajado con azúcar de bolsita seguía hablando mientras yo cerraba los ojos y convertía sus palabras en un golpeteo de teclas mientras me préguntaba qué demonios quería decir o en qué momento debería poner una coma o un punto para hacer un poco más inteligible sus frases. De pronto la odié por la torpeza de su sintaxis. En un momento paré y le exigí a mi hermano mostrarme una foto del sujeto. Ante lo cual él se limitó a reir y decirme que luego lo haría. El morbo de ponerle una cara y una boca a la voz que nadaba en mis audífonos me carcomía por dentro.

Al final de la conversación supe su nombre y su ocupación, también descubrí que entre sus aficiones estaban "el cine, la fotografía, la pintura y todo tipo de artes visuales". Irónicamente, mi vínculo con aquella voz era precisamente la ausencia del elemento visual.

Al final de cuentas, lo tedioso del trabajo y la ausencia de la imagen influyó considerablemente en la impresión que me dio esa persona. Uno depende excesivamente de los ojos para prejuzgar situaciones y las cosas cambian dramáticamente cuando uno los cierra para prestar atención con otros sentidos. Es así como en ocasiones la vista puede ser un sentido bastante desconcertante.

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