Sueños de aeropuerto

El pasado fin de semana tuve que llevar a Lola al aeropuerto para que hiciera un viaje relámpago a visitar gente. Ya que su viaje salía por la mañana pensé que sería buena idea aprovechar el viaje para hacer unas compras de cosas que necesito para mi próximo puesto. Conforme se acercaba la fecha de la salida de mi chica iba haciendo planes de los lugares que iba a visitar y la ruta que iba a seguir para hacer que el viaje fuera tan rápido como fuese posible.

Sin embargo, un día antes me percaté que su vuelo salía demasiado temprano. Por lo que me ví solo frente a la puerta de embarque desde antes de las 7 de la mañana, hora en la que no hay absolutamente nada abierto. Las opciones que tenía eran regresarme a mi casa y eventualmente volver a cruzar para hacer las mentadas compras o esperar hasta una hora decente y empezar a dar el rol.

Lo que decidí fue encerrarme en el carro y echarme un sueñito de un par de horas en lo que la ciudad empezaba a despertar. Así que eché el asiento del carro hasta atrás para recostarme e intentar cerrar los ojos. Solo para percatarme que el quemacocos del carro transparente dejaba pasar la luz de una lámpara blanca que se proyectaba justo sobre mí. De alguna manera logré acomodarme para poder cerrar los ojos. Puse la alarma del teléfono y me aflojé para dejarme llevar por el sueño. ¡¡¡Pero no!!! No era tan fácil. El estacionamiento de ese aeropuerto está construido bastante ligero, por lo que cada vez que pasaba un carro lo acompañaba el eco de su motor y las vibraciones de su movimiento sobre el suelo cada tres o cinco minutos.

Estoy seguro que estaba bastante cansado. A pesar de las vibraciones y de la luz conseguí conciliar un sueño bastante ligero, en el que el ruido de la realidad se mezclaba con los sueños. A lo lejos se escuchaba un par de personas que arrastraban una maleta e iban caminando rumbo a su vehículo. La voz de uno de ellos sonaba bastante clara. En un momento se detuvieron y se subieron a su carro, este arrancó y se alejó haciendo vibrar el suelo del estacionamiento.

No tengo idea de qué venían hablando estas personas, pero la voz de uno de ellos se me quedó grabada. En sueños intenté reconstruir la conversación, que seguramente trataba de un tema mundano. La voz empezó a hacerme preguntas y me pidió que me moviera de lugar a una posición en la que la luz no me pegara tan directamente. Luego me empezó a platicar de temas personales y me pidió que me levantara para ir a uno de los carros a ayudarlo con su maleta. Yo solo quería dormir. A lo lejos escuché el rodar de otra maleta, el sonido de la puerta al cerrarse y las vibraciones del carro al pasar. La voz articulaba palabras incomprensibles cada vez más cerca y a un volumen más alto, como queriendome despertar. ¡Ya cállate y déjame dormir! me daban ganas de gritarle, pero mi cuerpo estaba en un estado de letargo del que era casi imposible salir. Solo me hacía bolita y disfrutaba tener los ojos cerrados.

Un momento, estoy solo en el carro, le dije a la voz. Tú no existes, le reproché, culpándolo de no dejarme dormir. Al abrir los ojos, la voz desapareció y todo quedó como una experiencia en ese difuso umbral entre el sueño y la vigilia.

Ya no puedo dormir... maldita voz.

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