Venciendo al marketing

A veces todas esas ideas del comercio justo y que la responsabilidad social y toda la cosa parecen demasiado excesivas para un mundo tan sencillo. A final de cuentas la gente necesita tener trabajo, vender sus productos para tener dinero para comprar comida y otros productos a otras personas que necesitan tener trabajo para poder comprar cosas que no tienen y que necesitan para vivir. Esto explica en cierta manera como los productos tienen un tiempo de uso máximo y a la larga terminan por ser inútiles y hay que reemplazarlos, para nutrir la cadena que ya conocemos.

En un ejemplo extendido, si yo quiero vender narices de bola de payaso para sobrevivir, es probable que venda a lo mucho una bolita por cada payaso que hay en la ciudad, y no ganaría lo suficiente para comer y comprar mis cosas. Pero si yo hago bolas de diferentes colores tal vez pueda vender más, así las narices pueden combinarse con la ropa que traiga el payaso. O tal vez pueda ponerlas de moda en algún sector social. Si le pago a un actor de telenovela puedo vendersela a secundarianos y alguno que otro universitario con un bajo IQ. Si me paro afuera de la casa de gobierno con un cartel contra el gobierno, los renegados pensarán que es buena idea y me comprarán muchas bolitas porque quieren formar parte de un movimiento de protesta silenciosa. ¿Y que tal si lo vendo al triple de lo que cuestan y dono 1/3 parte de esto a una asociación de beneficencia?

En nuestras clases de mercadotecnia, nos dijeron que el objetivo principal de ésta no era dar a conocer el producto. Más bien la de crear una necesidad de una persona con un perfil socioeconómico determinado hacia un cierto producto. Así, entre un chicharrón, combi, copias, cigarro, el brownie para que el equipo de psicología se vaya a cuba, la pulserita para curar la muerte, la revista semanal, el libro de recortes, los lentes que están de oferta en el super, chicles, los tenis que combinan con los pants verdes y que aparte hacen que te canses menos y te pongas en forma más rápido y aparte unos pants verdes porque, pensandolo bien, no tengo pants verdes.Y de pronto... adiós quincena.

Hace ya algunos meses me encontré en el sitio del Sr. Pinto la lista de espera. La imágen habla por si sola y es una buena manera de evitar o, por lo menos, racionalizar un poco la compra compulsiva. Ahora hice una similar y la pegué en mi cocina. A ver como me funciona.

Comentarios

Mónica Pulido Echeveste ha dicho que…
Inbox.
Uno de mis libros favoritos. Ve el de "Las ciudades continuas I" (p. 61).
Me acordé de él mientras te leía.

Me parece interesante la idea de los 30DWL... Aunque comprar sólo lo que necesitas, a veces requiere únicamente de un poco de honestidad. Pero también hay que reconocer que, a veces, las ofertas no nos dejan 30 días para pensar...
Anónimo ha dicho que…
buenazo mi oscaroso, la aplicaré jeje.. saludones!!! chanito

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