Until I get used up...

Esta entrada se lee mejor escuchando esta canción:



Era viernes en la tarde y no tenía plan. En esos casos me quedo en casa con la gente que vive lejos y que tampoco tiene plan. Aunque uno tenga razones por las que se quedó en casa, siempre termina uno en una pequeña tertulia, de esas las que de vez en cuando hacen falta. Pero esta vez no, mi mente corría muy rápido y me exigía salir a la calle, correr, brincar, desgastarse en alguna proeza sin sentido.

Salí siguiendo el curso del río hasta que llegué a un lugar en el que el parque se acababa y se delimitaba por una cerca. Para lo maltratado de la cerca, la casa contrastaba con un notorio lujo. Junto al río, un muelle y un barco pendiendo de una grúa que lo guardaba del agua congelada durante el invierno, aún daba a entender que la primavera es muy joven aún para que baje a nadar en las frías aguas. Me quedé sentado en una banca justo frente al carrillón de la Belle Isle, para escucharlo sonar las 8 de la noche.

Desde que los conocí, siempre me han gustado los carrillones. Los conocí en un país extraño y en México solo he escuchado uno que dos veces por día toca el cielito lindo, y la paloma. Escucharlos me da una sensación de paz y me da por siempre dejar de hacer lo que estoy haciendo para sentarme a oir las campanas resonar. Un barco de carga cruzó el río y con el ruido de sus motores y el agua revuelta enmudeció el carrillón un momento. Cuando las cuerdas vocales de la torre se quedaron sin percusionista, decidí empezar el camino rumbo a mi casa, envuelto en mis pensamientos. Con tantas ideas por la cabeza siempre es bueno salir a que tomen un poco de aire y poder acomodarlas en el camino. De pronto, una señal neón se prendió a mi izquierda. "Open".

La primera vez que había pisado ese bar había sido hace bastante tiempo, y siempre quise volver. Se veía tan local y parroquiano que daban muchas ganas de volver. La gente se conocía y era amable. Este viernes puse el pie algunas copas después.

El diminuto espacio del bar tenía espacio para 18 sillas, 10 de ellas en la barra. La barra estaba llena de pertenencias de gente que no estaba ahí. En cuanto entré ahí, poca gente reparó en mí y siguió bebiendo. Los muebles se veían nuevos, la música era de un estilo muy afroamericano, como lo es todo cruzando el puente. Que te doy, pregunta la mesera. Dame una Pilsner. ¿Chica o grande? Grande. La tomo y alguien pasa detrás de mi y me mira. Disculpe, debo estar en su lugar. O no, yo estoy más atrás, solo quiero que me rellenen mi vaso de cerveza.

El lugar en el que estaba tenía dueño, había unas llaves y una chamarra. En cuanto me dan la cerveza me siento lo más atrás posible. Nadie repara en mi porque están en sus pláticas. Un hombre alto y obeso, con toda la pinta de trailero, le platica a uno más bajito y con gorra lo estúpido que fue por dejarse engañar por una mujer. Ella es una puta, dice en voz alta. Una mujer de unos 40 años se ve ofendida y le grita ¡ah no! A mi no me vienen con esas estupideces. El estúpido fuiste tu, porque ya sabías como era. Si, tienes razón, responde el primero claramente nublado por el alcohol. El problema no es que ella sea lo que tu dices, sino que ya lo sabías y ahora le echas la culpa a ella. ¡No señor! No quiero oirte oír hablar mas de ello porque ya estamos harto de escucharte. Si, tienes razón, dice con la calma de un cachorro para después vaciarle el vaso de cerveza encima a su compañero de barra. La mesera me mira esperando alguna mueca de desaprobación mía, que no encuentra, y espera a que se termine de desparramar antes de volversela a llenar.

El hombre bajo y con gorra me mira fijamente y yo lo saludo. Se voltea y sigue con su cerveza nueva. De la puerta entran dos clientes que fueron los que dejaron las sillas vacías que encontré al principio. Llega una señora con ojos rasgados y se pone a bailar con alguien más entre las sillas. Este lugar tiene algo raro. Todos están ebrios, pero son ebrios bastante tranquilos. La mesera no parece necesitar ayuda de nadie, incluso se sale a fumar y deja la barra sola por un tiempo después de asegurarse que nadie necesita otro trago. Llega una chica de unos 20-24 años y todo mundo la saluda como si fuera una gran amiga. Es hija de la señora que calló al trailero.

Hola amigo, ¿cómo estas? Es el tipo que se quedó mirándome un momento antes. Lo saludo como si fuera alguien ya conocido. Muy bien y tú. Bien, ¿por qué tan en el rincón? Solamente necesitaba un trago para acompañar mi soledad. A pesar que era una frase prefabricada hoy no tenía nada de mentira. ¡Faltaba más! Vente a la barra y te presento a todos. Mi nombre es Brian y ella es Joey, señalando a la mesera. Aquella ni me voltea porque está limpiando una copa de vino que tiró el camionero. Ella es muy linda, es una gran amiga mía, aunque no ando con ella, tu sabes hermano. Si claro. De pronto terminamos en una conversación que no llegó a nada. En cuanto la mesera se fue a fumar un cigarro el salió atrás de ella.

El trailero ahora estaba junto a mí. Platicó conmigo o alguien más. Nos presumió sus tatuajes en la parte interior de sus antebrazos. "Perdón" y "Fe", son los dos principios para vivir bien contigo mismo, recita mientras los besa en orden. Se levanta a duras penas para sacar dinero del cajero. ¿Vas a manejar? pregunta la mesera antes de servirme otro trago. La gente se acerca y comparte un par de palabras vanales, sin presentaciones. Mi celular suena y se convirtió en el despertador del sueño. Me despido de quien se cruza en el camino y me voy.

Comentarios

Mónica Pulido Echeveste ha dicho que…
Me hiciste recordar mi anhelo por tener cerca un bar donde pueda ir sola, a escuchar música y tomar algo, sin sentirme incómoda o insegura. Una barra donde los meseros me conozcan sin saber demasiado de mi. Sería un barecito de Jazz y Blues... En San Cristobal hay algo parecido, pero a veces son demasiado ruidosos. No, me acabo de inventar mi bar perfecto, ojalá algún día lo encuentre.

Y... creo que me compraré unos audífonos con micrófono... a las tertulias a distancia... a veces les hace falta voz e imagen.
Saurio ha dicho que…
O sea que me comparaste con el trailero??
Sobe ha dicho que…
Si, comprate audífonos con micrófono! Sobre todo ahora que no tengo nada que contar.

Y no Saurio, el trailero era el Mostro, casi igualito pero con las greñas gueras. Lo que rayaba en lo literario era cuando decía, mirame a la cara, soy tan feo que no quieres mirarme a los ojos?

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