Que vivan los aeropuertos.



En octubre me encontré con varios colegas alrededor de una mesa adornada por copas y botellas. Hoy estoy sentado en el aeropuerto yendo a visitar a una de ellas. Es tarde y tomo el avión como en algún momento tomé el autobús para ir a visitar a mi novia y a mis papás. Salí del trabajo con el tiempo justo para cruzar la frontera y hacer el check in. Cenar algo pequeño y "hop", arriba.

Me paro en la línea del control de seguridad y veo como el tipo de enfrente se enfrenta torpemente a la tarea de quitarse zapatos, cinturón, cartera y todas las cosas. Por primera vez leo que uno puede llevarse consigo el pasaporte y el boleto de avión para pasar el escáner. Yo ya voy preparado y desde antes de acercarme a la fila ya estoy limpio. Pongo todo en la bandeja y paso rápido.

De pronto me fijo que ya estoy acostumbrado a todo esto, a las horas de espera, a llevar suficiente equipaje como para no checar ninguna maleta, vagar por los pasillos y subirme pacientemente al avión. Al jaloneo del avión cuando se encarrera y al vértigo extraño cuando empieza a subir. Al sonidito de la señal de los cinturones de seguridad y a mirar curiosamente por la ventana para observar la epidermis de la tierra y su curvatura en el horizonte. Hoy me tocó ver fuegos artificiales en Detroit y es un espectáculo que se disfruta más que verlos desde abajo, aunque dura menos. También me fijé que el lago St. Clair no es tan grande visto desde arriba, aunque desde abajo no se le alcanza a ver la otra orilla. De noche las ciudades se asemejan a una especie de figuras de Nazca incandescentes. En esta ocasión el vuelo es corto y el avión desciende sobre un espejo de agua que se convierte en pista en el último momento, no sin antes dar un par de vueltas para presentarnos a la ciudad que estoy por conocer.

A final de cuentas, me encanta viajar. Fuera de los protocolos y detalles que conforman el camino, lo mejor empieza al cruzar la puerta de salida y llegar al destino. En esta ocasión Mariana espera del otro lado de la puerta y empieza un fin de semana largo en el que hice lo que más me gusta hacer. Encontrarme con una ciudad nueva y con su forma de vida.

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