Mudanzas y rapiña

Cuando llegué aquí, estuve casi cuatro semanas en un cuarto de hotel hasta que conseguí un departamento en Riverside. Con el dinero que me quedaba de la instalación compré una colchoneta, una silla de plástico, una tele, un ps3 y un patito de hule. Durante las tres semanas que quedaban, mi mundo se limitaba a eso más los trastes que compré más adelante. Poco después llegó la mudanza y el lugar se transformó de un lugar donde pasar la noche a un lugar donde vivir. 

Poco a poco el lugar en el que vives se adapta a tí. Lo vas transformando y le vas poniendo ese toque completamente personal. En un determinado momento llegó Lola, empezando un mestizaje de rutinas y formas de vida que implica empezar una vida juntos. 

En un lugar como Windsor, pocas son las personas que vienen para quedarse. Muchos vienen de paso, estudiando, trabajando, en transición o esperando mejores oportunidades. Inevitablemente, tienen que partir y dejar atrás la vida que fueron construyendo a lo largo de los años. Nuestra casa se ha visto reforzada e inundada por una cantidad de artículos que en nuestro sano juicio no hubiesemos comprado. No obstante, muchos resultaron ser más útiles e interesantes de lo que hubiesemos pensado. 

Todo empezó hace poco más de un año. Andreanne, que estaba en ese momento en un intercambio en la isla de Guadalupe me mandó un mensaje: "Vete a mi casa y saca toda mi ropa, la ropa de cama, algunos muebles  y llevate todo lo que tengo en la cocina." Con excepción de lo que estaba en la cocina, es un beneficio prestado. Del cual, el taburete que está en la sala nos ha servido muchísimo y lo vamos a extrañar cuando lo tengamos que regresar. 

Luego vino Roberto y Ale. Los nómadas por excelencia, iban y venían. Para su mudanza definitiva nos legaron todo de lo que no se pudieron deshacer, más lo esencial de la cocina. Pamela y Roberto nos heredaron la cama, un mueble para la cocina y media docena de plantas de interior. Ellos terminaron de atestar nuestra cocina de pastas, arroces y especias. Aunque en este último caso, nos quedamos con algunos mezcales, tamarindo y algunas harinas para hacer pan que realmente nos fueron útiles. 

La mudanza más reciente fue la de Laura, y próximamente Juan, de quienes nos llevamos algunos  contenedores de vidrio, un pizarrón, un espejo y un toallero de ikea que fue extremadamente útil.

Así pues, con un suministro de dos años de sal en la alacena, decidimos no esperar a que llegara el tiempo de la mudanza para tirar media tonelada de basura que algún día llegó a nuestras vidas en forma de algo útil para que el tiempo nos demostrara lo contrario. Y empezamos a tirar y a donar bastantes cosas. Aunque todavía no he pasado por la ropa, poco a poco se irá tirando. 

Mientras tanto, un gran saludo a toda esa gente que llegó y se fue de aquí y nos dejó una marca en los corazones y una anécdota al recordarlos por los muebles, alacena y plantas que dejaron detrás. 

Comentarios

Entradas populares