Pinheiros 1. El largo da batata

Sao Paulo es tan grande que la vida cotidiana y rutinaria se lleva a cabo por barrios. La burbuja del barrio es lo suficientemente grande para que su habitante pueda llevar a cabo las actividades esenciales de supervivencia cotidiana: comida, entretenimiento, estilista y cortador de uñas suelen ser los más básicos. Cualquier salida fuera de esta zona resulta tan exótica como un paseo de fin de semana o una expedición a Mordor. Cabe destacar que, el trabajo no cuenta en este esquema, ya que sucede con frecuencia que la gente tenga que hacer un recorrido de una a cuatro horas para llegar a su trabajo.

Mi código postal corresponde a Pinheiros. Es la región al oeste del centro a las orillas del Río Pinheiros, hoy en día un espectacular desagüe al aire libre a lo largo del cual corre una de las vías rápidas más importantes de la ciudad. Durante la época colonial, esta región estaba poblada por indígenas guaianás y se encontraba a las afueras de la ciudad. En ese entonces, Sao Paulo era importante por ser el punto de partida de las expediciones al interior del país (incluido el Amazonas).


La plaza principal del barrio, conocida como el Largo da Batata, era un punto de encuentro para juntar a los contingentes de las expediciones, imagino que esto se debía a la proximidad con el río, perfectamente navegable. El "Largo da Batata" debe su nombre al mercado que se instalaba en la plaza, en el que los agricultores de origen japonés de las ciudades al oeste de la ciudad vendían sus tubérculos a la gente de la ciudad. Con la construcción de la Universidad de Sao Paulo por los años 40, el barrio se llenó de trabajadores que provenían del nordeste de Brasil que llegaban en busca de trabajo, alumnos y profesores universitarios. El largo da batata se convirtió en un mercado de productos nordestinos y en la terminal del tranvía que conectaba la zona oeste con el centro de la ciudad. Con la copa de futbol del 2014, la plaza sufrió una gran transformación. Se construyó una estación de metro y se eliminó el mercado. Para estas fechas, el barrio ya estaba gentrificado y se convirtió en un punto de encuentro para manifestaciones y desfiles de carnaval.

Yo viví la última parte de esta historia. Mes con mes, aparece un restaurante o bar nuevo alrededor. El boteco de mala muerte Caldos Capivara, que está en la calle Guaicuí, fue comprado por una cadena de restaurantes y ahora el caldo es de personas que se amontonan para tomar una cerveza en uno de los tantos bares nuevos de ese callejón. Nordestinos quedan pocos, pero aún existe una huella bastante clara en el barrio. A dos cuadras de la casa aún se pone un señor con su bigote tupido y sombrero nordestino a vender fresas. Y las casas de forró (ritmo del nordeste de Brasil) más famosas de la ciudad se encuentran a menos de 400 metros de distancia de casa.

Mi burbuja gira alrededor del largo da batata. Cada que tomo el metro tengo que caminar para allá. Los bares alrededor siguen siendo populares, donde caen todo tipo de personas y la cerveza es barata. La plancha de concreto ha sido reapropiada por sus habitantes, quienes colocan sillas de playa para sentarse a tomar el sol, bancas de madera y área de juegos para niños.

La plaza es un campo de batalla político también. Tradicionalmente ha sido bastión de las manifestaciones de la izquierda, que ya vio conciertos a favor de múltiples causas. Aunque recientemente movimientos nacionalistas pagaron la construcción de una bandera monumental en el centro de la plaza para intentar contrarrestar la importancia de la plaza para los movimientos de izquierda. Cabe mencionar que la bandera de Brasil fue usada como estandarte para promover la demisión de Dilma Roussef y ha sido identificada con los movimientos de derecha.

Ah, que bonito es mi barrio. 

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