Cotidiano en Pindorama, parte 1

El sábado por la mañana me levanto a dejarle a Rodrigo el surdo (que es el tambor grande y grave que usamos en los blocos para marcar el tiempo) que me prestó para tocar en carnaval. Por más que intento levantarme temprano no puedo hacer nada antes de las nueve de la mañana. Cuando estoy en el modo de quitarme la modorra Lola ya está muy activa. Ella está levantada desde las siete y ya hizo el desayuno y otras tantas cosas. Antes de las 9 ya se había salido al mercado a comprar cosas para la carne asada de la tarde. Por esa hora decido meterme a bañar para llegar unas 9.30 con Rodrigo, pero recibo un mensaje que me pide que llegue más tarde: "como a las diez u once". El surdo es el más pequeño de su categoría, mide unos 60 cms de diametro por unos 80 de alto. Ya con esa dimensión no pasa por la matraca del camión ni en la cajuela de un carro normal. Tengo que pedir un uber bag para llevarmelo. Para tocar ese instrumento hay que tener carro o invertir mucho dinero para llevarlo a los ensayos y a las tocadas. Ya me pasó una vez que el chofer del taxi me negó subirme porque el instrumento no podía ir en el asiento trasero. Ese día estaba lloviendo y me tuve que resguardar dentro del lobby del edificio en el que vivo para esperar a que llegara un carro más grande donde pudiera meter el instrumento. El guardia me dijo: Ese chofer es un exagerado, seguro no te quiso subir porque traes la camiseta del Corinthians (la traía puesta). En fin, llegué a casa de Rodrigo casi a las diez de la mañana. Aunque pensé que iba a ser rápido, me abrió la puerta y me invitó a tomar un café en su casa con Mari, su esposa. Deja llamo a Matheus, vive a la vuelta y seguro viene cuando sepa que estás por acá. Aunque Matheus no apareció, me quedé un rato platicando con ellos en su departamento cerca de la Av. Pompeia. Todos teníamos cosas que hacer, así que a eso de las once cada quien agarró para su lado. Quedó una invitación en el aire para ir a desayunar y tocar algo de música para pasar la mañana. A diferencia de otras invitaciones, ese día, que ya había desayunado con ellos, la invitación no sonó como un mero protocolo. Por la tarde comimos con los amigos del bloco. Después de dos años de tocar juntos, incluso las personas que guardan su distancia son figuras familiares. Priscila, que casi no fue este año, nos abrazó con mucha fuerza; Joao y Bia nos encontraron de camino a la carne asada y nos ayudaron a llevar las cosas; Caio al ver las brochetas dijo, esta idea tiene que ser de Lola (lo fue); Carol, Elena, Marcelo y Flavinho son nuestros conocidos más cercanos, por lo que se siente una auténtica felicidad cuando nos vemos. Hoy fuimos a comer con Alejandra al fogoncito de Vila Madalena, terminamos tomando un cafe en la Livraria da Vila y dejandonos seducir por el fetiche de los libros físicos, como ella lo describe. Al regresar a casa, una mujer en un Clío pita y grita "Chao Oscar!" con muchas ganas. Todavía no sé quien fue, pero se siente bonito vivir en una ciudad que no es la tuya, en la que ya te encuentras a gente por las calles de manera aleatoria. En las semanas después de carnaval hemos intentado organizar nuestro tiempo para encontrarnos con nuestros amigos uno por uno para darles su tiempo y platicar con ellos. En una ciudad con este tamaño y con el frenesí con que se mueve, es la primera vez en la vida que tenemos que organizar y compartir agendas con Lola. Hoy que la vi, cai en el veinte de que vivimos en un lugar donde hay gente que nos aprecia y con quien podemos pasar un buen rato. Nota: Pindorama es una expresión del tupi-guaraní que significa "tierra fértil" y que los indigenas sudamericanos solían usar para referirse a Brasil.

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